Como parte de una colaboración con Christie's Place, organización asociada de largo tiempo, The Well Project compartirá historias de su libro "Healing Hope: A woven tapestry of strength and solace" como entradas de blog en nuestra plataforma Una Chica Como Yo. Los puntos de vista y opiniones expresados en este proyecto son de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista o posiciones de The Well Project.
**Advertencia de contenido** Esta entrada incluye violencia, incluido el abuso sexual
Traducción del relato escrito por anónima
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El primer relato es la historia de los eventos que me provocaron traumas antes de mi diagnóstico. Comienza en el ambiente en el que nací y cómo este generó las oportunidades para que me ocurrieran experiencias traumáticas a temprana edad. Sufrí acoso sexual por parte de familiares y amigos de la familia por igual. Fui sometida a abuso infantil: física, emocional y mentalmente. Estos abusos pararon hasta que tuve doce años. La parte más dura fue que mi padrastro abusó sexualmente de mí y que los amigos de la familia le pagaron a mi madre para estar a solas conmigo, junto al hecho de que mi madre decidiera ponerme bajo un método anticonceptivo. En un intento por protegerme, terminó informándome erróneamente sobre lo que debería significar la justicia reproductiva para una niña que se está convirtiendo en una joven y lo que estos cambios significan física, emocional y mentalmente. A mí no me protegían como lo necesitaba y esto terminaría influyendo en mis decisiones futuras. En un esfuerzo por lidiar con los abusos a los que me enfrentaba, mi madre me introdujo al alcohol a los 12 años.
Como alcohólica adolescente me topee con muchas más situaciones traumáticas. Las violaciones eran un tema recurrente. Me convertí en una madre adolescente y tuve mi primer hijo a los quince años, seguido de dos abortos porque el padre era abusivo física y mentalmente. Al final, él terminaría quitándome la custodia de nuestro hijo cuando yo solo tenía diecisiete años. Esto hizo que no pudiera ver a mi hijo por diez años. Luego, tendría más hijos de un hombre diferente a los dieciocho y diecinueve años que, lamentablemente, fue asesinado cuando yo estaba embarazada de nuestro segundo hijo. Mis otros hijos nacerían después de mi diagnóstico. Sufrí violencia doméstica, situación de calle, prostitución y pérdidas en estos primeros años de vida. El alcoholismo y mis traumas se convirtieron en un ciclo sin fin que me empujaba cada vez más hacia una oscuridad de la que parecía casi imposible salir. Quedé embarazada de mi cuarto hijo a los veinte años y durante este embarazo fue cuando terminé descubriendo que era positiva al VIH.
El diagnóstico se determinó en un pequeño hospital de la ciudad en una época en que el VIH no había sido bien investigado en mujeres y, por lo tanto, el tratamiento y los recursos eran muy escasos. Los medicamentos tenían muchos efectos secundarios y los recursos estaban más disponibles para los hombres gay. Recuerdo haber ido a mi primer chequeo en el hospital y que tuve que bajar al sótano frente a la morgue para llegar a la oficina que daba servicios a sus pacientes con VIH. Recuerdo que los médicos me presionaban con frecuencia para que me ligara las trompas, sugiriendo que ya tenía tres hijos y uno más en camino, y si no sobrevivía, dejaría una enorme responsabilidad a mi familia. La falta de conocimiento e información en ese momento afectó en el futuro mis opciones relacionadas a la justicia reproductiva. Bueno, no hace falta decir que mi consumo de alcohol aumentó y mi salud mental disminuyó. Al final, mi bebé nació sano. Terminé perseguida por dos personas que me buscaban para hacerme daño porque cometí el error de decirle a mi mamá mi diagnóstico y ella se lo contó a un par de hombres con los que había estado involucrada. Terminé con neumonía y me recuperé, fue entonces cuando decidí dejar ese lugar y empezar de nuevo en otro lugar. Me mudé con mis hijos a California y ahí es donde comienza el segundo relato.
El segundo relato nos lleva por mi recorrido por el diagnóstico temprano y la situación de calle. La decisión de mudarme con mis hijos a otro estado significó dejar todo atrás y empezar de nuevo. Estuve en situación de calle con mis hijos de cuatro, tres y dos años durante el primer año que vivimos en California, mudándonos de un refugio a otro. Durante este tiempo, reconecté con un viejo amigo con el que terminaría saliendo. No le revelé mi estado de VIH a esta persona y tampoco busqué atención médica durante este tiempo. Terminé quedando embarazada de esta nueva relación dos años después. Esto sería el comienzo de una forma de vida diferente.
Nos mudamos todos a un apartamento y comenzamos una vida juntos. Cuando entré en trabajo de parto, los médicos se dieron cuenta de que tenía VIH y querían que se lo contara al padre. No puedo expresar el grandísimo miedo y las dudas que estaba enfrentando en ese momento, así como el arrepentimiento por haberlo ocultado. Revelar mi estado de VIH terminaría siendo una de las mejores decisiones de mi vida, porque todavía estamos juntos veintidós años después, y él sigue siendo VIH negativo. El alcoholismo seguiría siendo un problema para mí durante este tiempo, impulsado por la falta a la verdad que aún cargaba, a pesar de haberlo revelado. Ahora, empezaría a buscar tratamiento una vez más.
Las opciones de tratamiento en esa época todavía no eran ideales y los recursos aún estaban dirigidos a los hombres gay. Sin embargo, se esforzaron mucho en acogerme y por eso estoy agradecida. Una vez más, dejé de tomar la medicación debido a los efectos secundarios y esto tendría un impacto en mi estado, cambiando varias veces de un lado a otro, entre el VIH y el SIDA, debido a mi relación con la medicación. Nos mudamos a San Diego, California. Sería aquí donde finalmente estaría en un lugar donde tendría acceso a los recursos que necesitaba. Los medicamentos todavía no me eran favorables y terminaría dejándolos una y otra vez a lo largo de los años. Al final, encontré un régimen de medicamentos que funciona para mí y, en general, he podido mantenerme bastante saludable, además aún estaba en el lugar correcto para recibir la atención médica que necesitaba. La Clínica Owen del Centro Médico de USCD, el Programa Madre, Niño y Adolescente de UCSD y Christie's Place serían entonces el sistema de apoyo que necesitaba para ayudarme a mejorar.
Este acceso se convertiría en la chispa que necesitaba para empezar a cambiar mi vida. Terminaría recibiendo un DUI, una multa por conducir bajo la influencia, que resolvería mi problema con la bebida y me pondría en el camino hacia la recuperación. He estado sobria durante 14 años. Comenzaría a ver a un terapeuta y a superar todos los traumas de mi adicción y de mi niñez. Y lo más importante, tendría espacios en donde ser yo misma, con personas como yo. Aunque mi esposo requiere permanecer en el anonimato en la mayoría de los casos, yo he podido transitar por la comunidad con VIH con facilidad y comodidad, y recibiendo ayuda y creciendo para estar en una posición para ayudar a otros. He aprendido que yo no soy el VIH, sino que tengo el VIH. Puedo decir que mi historia comienza con muy poca esperanza y termina con solamente esperanza. Los medicamentos que crean la base para U = U (en español, Indetectable = Intransmisible), los recursos para la planificación familiar, la salud mental y el apoyo familiar que han evolucionado a lo largo de los años, son una clara imagen de esperanza para mí. Soy una sobreviviente y tú también puedes serlo.