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Me fui enterando de que tener VIH fue una bendición y empecé a darme cuenta que, de lo más duro, lo más difícil que te pueda pasar en esta vida, si tú te lo propones, puedes sacar algo muy bueno.
Tenía una imagen en la cabeza de cómo debería ser la defensa, y a menudo comparo el trabajo que hago, o no hago, al abogar por nuestra comunidad con VIH. Lo que he aprendido es que no hay una forma correcta o incorrecta de ser defensora.
Le doy gracias a Dios porque ahorita hay muchos lugares donde nos apoyan por cuestión de la condición. Gracias a los talleres que nos dan, gracias a las herramientas que nos dan, nosotros podemos llevar una vida normal.
Yo siempre estoy educando a los demás. Las personas que deberían saberlo, no lo saben. Crecieron cuando comenzó la epidemia del VIH. Entonces, comparto mi historia porque quiero ayudar a la gente. NECESITAMOS HABLAR SOBRE EL VIH.
Automáticamente después de saber mi diagnosis empecé a usar mi conocimiento, a hacer preguntas, a informarme porque, aunque no lo creas, todavía estamos muy atrasados en cuestión de información.
Apenas cumplí 51 el 11 de abril, y sigo aquí, con todos los subibajas, pero luchando como la guerrera que soy.
Sentí que me llovían muchísimas cosas encima que eran tan difíciles que podían destruir a una persona. Pero lo superé.
No tienes que pasar por tener VIH o SIDA solo. Incluso si no los tienes, puedes crear tu propia familia extendida.
Es crucial reconocer que el VIH no discrimina según la identidad de género, pero la sociedad a menudo sí.
La vida te da chances y hay que aprovecharlas... El VIH me hizo más fuerte y me empoderó más.
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