El 24 de diciembre del año 1995, entre al laboratorio privado que quedaba frente a mi casa para recoger mis resultados de mi prueba de VIH. Abrí la puerta, y no me había sentado cuando la laboratorista me dijo: "Tenemos un problema." Sentí un escalofrió recorrer mi espalda y mi corazón empezó a latir de una forma acelerada. Mientras tomaba asiento continuo, "Tenemos dos opciones, te puedo leer los resultados, en ese caso tendré que reportarlo a las autoridades de salud o te llevas el sobre y lees el resultado en tu casa." Le pedí que ella me los leerá y que le dije que no me importaba si los compartía con alguien. Como sospechaba mi resultado fue reactivo. No llore, no grite, de hecho no hice nada, estaba paralizada, estaba entumida, ya estaba pensando en mi funeral.
Cruce la calle que me separaba del laboratorio a mi casa, cerré las puertas y fui directo a mi habitación. Estaba en mi cama y empecé a pensar en el color de flores que quería para mi funeral, en cómo se lo diré a mi familia y lo más importante pensaba y me preguntaba cuantos días más de vida me quedaban. Dos días después seguía aun postrada en mi cama esperando a la muerte llegar. Fue hasta que un ángel vestido de amiga llego a visitarme que empecé a ir a la clínica.
Mi primera visita a la clínica para atención a pacientes con VIH fue una experiencia que me lleno de mucho miedo. El pequeño espacio en la sala de espera estaba llena de pacientes en sillas de ruedas, extremadamente delgados, con visibles sarcomas de Kaposi y con una mirada perdida y sin esperanza. En sus ojos veía reflejada las ansias de terminar con la angustia, de morir. Esa fue la primera ocasión en la que llore. Vi mi futuro… ¿cuánto tiempo tomara para que yo me encuentre en la misma situación? Tuve una larga conversación con el médico y la trabajadora social. Aprendí que mi expectativa de vida era de dos años. Dos años me darían suficiente tiempo de hacer cosas que siempre había querido hacer, de hacer cosas diferentes con mi vida.
Decidí enrolar de voluntaria en un albergue para personas con VIH. Cocinaba, limpiaba pero lo más importante cuidaba de aquellas personas que eran traídas por sus familiares y quienes después nunca más los visitaban. Les leía y me aseguraba que estuviesen limpios y cómodos, básicamente era todo lo que podía hacer. Los años pasaron y seguía aprendiendo sobre mí y sobre el VIH. Vi morir a muchas personas pero de vez en cuando me encontraba con personas con VIH que reían y quienes tenían planes para su futuro.
Los dos años que me dijo mi médico pasaron y yo no morí aunque mi salud estaba visiblemente comprometida. Había perdido mucho peso y cada día me sentía más cansada y más débil. Tenía sarcomas en las piernas y había atravesado una neumonía muy seria. Los años venían y se iban y aunque yo seguía con vida cada día estaba más débil y más fatigada.
En el 2010, tuve la oportunidad de realizarme mi primera prueba de carga viral y un estudio de resistencia. ¡Sorpresa! Era resistente a todos los medicamentos que estaban disponibles en mi país. ¿Qué podía hacer ahora? La opción más fácil era salir irme a otro país donde pudiera acceder a los medicamentos que necesitaba. Yo no quería irme de Belice… Apenas había empezado el primer movimiento y fundado la primer ONG de personas con VIH en el país. Estaba ocupada tratando de mejorar la calidad de servicios para otras personas con VIH y enviaba cartas y estaba constantemente en los medios de comunicación exigiendo mejores servicios. Pareciera que ya había llegado el momento de decir adiós. Mi CD4 estaba en 39 y mi carga viral era mayor a un millón pero yo no estaba dispuesta a rendirme. Escribe cartas a gobiernos, a amigas y organizaciones en la región y en todo el mundo pidiendo ayuda. Un día recibí respuesta de una organización en Estados Unidos llamada AID FOR AIDS. Tenía esperanza. A través de ellos empecé a recibir los medicamentos que necesitaba. ¡Esta es la misma medicación que sigo recibiendo por correo a la puerta de mi casa hasta el día de hoy porque mi país aún no lo ofrece! Me vi obligada a mendingar en mi propio país, mendingar mis antiretrovirales, mendingar para seguir con vida.
Ahora mis CD4 son mayor a 500 y mi carga viral es indetectable y eso es porque ESTOY DECIDIDA A VIVIR!
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