Cuando tenía unos 4 o 5 años de edad, algunas noches solía despertarme un misterioso vaivén de las cortinas de mi habitación. De inmediato empezaba a ver formas que me producían mucho miedo: rostros deformes, animales amenazantes.
El primer relato es la historia de los eventos que me provocaron traumas antes de mi diagnóstico. Comienza en el ambiente en el que nací y cómo este generó las oportunidades para que me ocurrieran experiencias traumáticas a temprana edad.
Cuando vi la luz por primera vez, aprendí rápidamente que a los padres no se les da un manual para criar a los hijos, sino que van sobre la marcha con los valores y comportamientos de sus generaciones pasadas.
La tradición de contar historias siempre ha sido una práctica sagrada y catártica para que las mujeres compartan experiencias y expresen emociones. La seguridad que brinda una comunidad crea un ambiente propicio para el compañerismo e intercambio con otras mujeres que han vivido experiencias similares.