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La clamidia es una de las infecciones de transmisión sexual (ITS) más comunes. Es causada por una bacteria que vive en el tracto genital en las secreciones vaginales y en el semen (al "venirse"), pero también puede causar infecciones en la garganta y el recto ("trasero"). Puede transmitirse a través del sexo vaginal, oral o anal sin condón o barrera de látex/poliuretano. Las personas embarazadas pueden transmitirla a sus bebés durante el parto.
La clamidia puede tratarse eficazmente con antibióticos. Los síntomas pueden incluir flujo vaginal y ardor al orinar, pero la mayoría de las personas no tienen ningún síntoma. Si no se trata, puede llegar a los órganos reproductores internos superiores (ovarios y trompas de Falopio) y provocar una enfermedad inflamatoria pélvica (EIP). La EIP puede causar infertilidad permanente, lo que significa que puede ser difícil o imposible llegar a lograr un embarazo. La bacteria también puede causar una infección en el trasero con síntomas como dolor rectal, secreción y sangrado.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. recomiendan realizar pruebas anuales de detección de la clamidia a todas las mujeres sexualmente activas menores de 25 años, así como a las mujeres mayores con factores de riesgo, como parejas sexuales nuevas o múltiples. Desafortunadamente, informes recientes indican que menos de la mitad de las mujeres sexualmente activas menores de 25 años se someten a pruebas de detección de clamidia, en parte debido a la falta de concienciación entre los proveedores de atención de la salud. Si no le ofrecen una prueba de clamidia, puede solicitarla a su proveedor de atención de la salud.
Si da positivo y recibe tratamiento, es importante que su pareja reciba tratamiento para evitar la reinfección.