El 24 de diciembre del año 1995, entre al laboratorio privado que quedaba frente a mi casa para recoger mis resultados de mi prueba de VIH. Abrí la puerta, y no me había sentado cuando la laboratorista me dijo: "Tenemos un problema." Sentí un escalofrió recorrer mi espalda y mi corazón empezó a latir de una forma acelerada. Mientras tomaba asiento continuo, "Tenemos dos opciones, te puedo leer los resultados, en ese caso tendré que reportarlo a las autoridades de salud o te llevas el sobre y lees el resultado en tu casa." Le pedí que ella me los leerá y que le dije que no me importaba si los compartía con alguien. Como sospechaba mi resultado fue reactivo. No llore, no grite, de hecho no hice nada, estaba paralizada, estaba entumida, ya estaba pensando en mi funeral.
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